Amado Nervo
Amado Nervo se sitúa en el poema cerca del final de su vida y dialoga con ésta, agradeciéndole lo aportado por ella y sobre todo el no ponerle en situaciones difíciles, injustas o penosas. Comprueba que él ha ido forjando su destino, de lo bueno plantado por él ha podido recoger cosas buenas. Cierto que ha pasado algunas penas pero tuvo otras épocas muy favorables.
Considera que está en paz con la vida y que no hay ninguna deuda entre ellos.
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Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida,
porque nunca me diste ni esperanza fallida,
ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;
porque veo al final de mi rudo camino
que yo fui el arquitecto de mi propio destino,
que si extraje las mieles o la hiel de las cosas,
fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas;
cuando planté rosales coseché siempre rosas.
…Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno;
¡más tú no me dijiste que mayo fuese eterno!
Hallé sin duda largas las noches de mis penas;
más no me prometiste tan solo noches buenas,
y en cambio tuve algunas santamente serenas.
Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.
¡Vida, nada me debes! ¡Vida estamos en paz!.