Miguel Hernández
En este poema de su adolescencia Miguel Hernández no quiere que su muerte sea estéril, quiere que su muerte sea fructífera y que de su cuerpo brote nueva vida; de esta forma él morirá viviendo.
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“Quiero morirme riendo,
no quiero morirme serio;
y que me den tierra pronto…
pero no de cementerio.
No quiero morir –dormir–,
no quiero dormir muriendo
en un estéril jardín…
¡Yo quiero morir viviendo!
Quiero dormir… ¿Dónde?.. Sea
donde lo quiera el Destino:
en un surco de barbecho,
a la vera de un camino…
En una selva ignorada,
o a la orilla de un riachuelo
de esos tan claros, que están
venga a robar cielo al cielo.
Que cuando mi carne sea
nada en polvo, broten flores
de ella, donde caiga escarcha
y escarcha de ruiseñores.
Que resbale por mi cuerpo
la corriente cristalina
y ladronzuela, sacándole
alguna nota argentina.
Que escuche mi oído armónico,
en cuanto el día se vuelva
ascua, la armonía virgen
del virgen Pan de la selva.
Que nazcan espigas fáciles
con luminosas aristas
de mi pecho, que ama el arte,
para recreo de artistas…
No quiero morir –dormir–,
no quiero dormir muriendo
en sagrada tierra estéril…
¡Yo quiero morir viviendo!