Los tres encuentros

José Echegaray

Es un poema de nuestro primer ganador del Premio Nobel de Literatura. Un individuo, durante las tres etapas de su vida, se encuentra bebiendo en una fuente con el mismo personaje. El humano va cambiando con los años y ve a ese personaje con distinta perspectiva dependiendo de la etapa en la que se encuentre, niñez, madurez o vejez.

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Un niño de tersa frente
y la Muerte carcomida,
en la senda de la vida
y en el borde de una fuente,
por su bien o por su mal
una mañana se hallaron
y sedientos se inclinaron
sobre el líquido cristal.

Se inclinaron, y en la esfera
cristalina viose al punto
de un niño el rostro muy junto
a una seca calavera.
La Muerte dijo: “¡Qué hermoso!”
_”¡Que horrible!”_el niño pensó;
bebió aprisa y se escapó
por el bosque presuroso.

Pasó el tiempo, y cierto día,
ya el sol en toda su altura,
en la misma fuente pura
bebieron en compañía,
por su bien o por su daño
la Muerte y un hombre fuerte;
la de siempre era la muerte;
el hombre el niño de antaño.

Como viose de los dos
la imagen en el cristal,
con la luz matutinal
que manda a los mundos Dios,
la del hombre, áspera tez,
y la imagen hosca y fiera
de su helada compañera,
se pintaron esta vez.

Bajo el agua limpia y fría
sus reflejos observaron:
como entonces se miraron,
se miraron todavía.
Ella dijo no sé qué
señalando hacia el espejo.
Él murmuró: “¡Pobre viejo!”,
bebió despacio y se fue.

Cae la tarde; el sol anega
en pardas nubes su luz;
envuelta en negro capuz
medrosa la noche llega.

Dos sombras van a la fuente,
las dos beben a porfía,
y aun no sacia el agua fría
sed atrasada y ardiente.

Se miran y no se ven;
pero pronto, por fortuna
subirá al cielo la luna
y podrán mirarse bien.

Al fin su luz transparente
el espacio iluminó,
y en espejo convirtió
los cristales de la fuente.

Y eran las dos sombras ideales,
bajo el agua sumergidas,
de tal modo parecidas,
que al partir las sombras reales
de sus destinos en pos,
o por darse mala maña,
o por confusión extraña,
cada sombra de las dos
tomó en el líquido espejo
lo primero que encontrose,
y, sin notarlo, llevose
de la otra sombra el reflejo.

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