Arbolé, arbolé

Federico García Lorca

Una hermosa joven que está recogiendo aceitunas va rechazando a varios pretendientes que le piden que se vaya con ellos a distintas ciudades andaluzas (Córdoba, Sevilla y Granada), pero ella no accede a sus pretensiones.

Una antigua leyenda decía que el viento seducía a las mujeres y en ocasiones las dejaba embarazadas. Federico ya recurrió a tratar sobre ello en “Preciosa y el aire”; en aquella ocasión la joven huye del viento pero en este poema de Arbolé, arbolé el viento logra seducirla y ella cae rendida a sus encantos prefiriéndolo ante los otros pretendientes.

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Arbolé, arbolé
seco y verdé.

La niña del bello rostro
está cogiendo aceituna.
El viento, galán de torres,
la prende por la cintura.

Pasaron cuatro jinetes
sobre jacas andaluzas
con trajes de azul y verde,
con largas capas oscuras.
«Vente a Córdoba, muchacha».
La niña no los escucha.

Pasaron tres torerillos
delgaditos de cintura,
con trajes color naranja
y espadas de plata antigua.
«Vente a Sevilla, muchacha».
La niña no los escucha.

Cuando la tarde se puso
morada, con luz difusa,
pasó un joven que llevaba
rosas y mirtos de luna.
«Vente a Granada, muchacha».
Y la niña no lo escucha.

La niña del bello rostro
sigue cogiendo aceituna,
con el brazo gris del viento
ceñido por la cintura.

Arbolé arbolé
seco y verdé.

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