Arbolé, arbolé

Federico García Lorca

Una hermosa joven que está recogiendo aceitunas va rechazando a varios pretendientes que le piden que se vaya con ellos a distintas ciudades andaluzas (Córdoba, Sevilla y Granada), pero ella no accede a sus pretensiones.

Una antigua leyenda decía que el viento seducía a las mujeres y en ocasiones las dejaba embarazadas. Federico ya recurrió a tratar sobre ello en “Preciosa y el aire”; en aquella ocasión la joven huye del viento pero en este poema de Arbolé, arbolé el viento logra seducirla y ella cae rendida a sus encantos prefiriéndolo ante los otros pretendientes.

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Comentarios destacados a este poema en YouTube:

  • Una vez más, gracias por hacernos disfrutar tanto y tanto: voz, música e imágenes q serenan el cuerpo y despiertan el alma.
  • Qué maravilla, qué bien recitado, y las imágenes que acompañan muy acertadas, cómo siempre.
  • Nunca había sentido tan profundo estos versos como hoy. Me asombran los matices que consigues.
  • Qué bonito y sentido el poema, con tu entonación tan íntima y esos paisajes de olivos y campos. Me encanta!!!
  • Precioso poema y con la emoción que transmite tu voz, se me ha erizado el pelo de todo el cuerpo. Fantástico como siempre. Sois geniales.
  • Precioso!!!! Artista!!!
  • Cada vez me gusta más tu voz y los matices que dejas al recitar. La presentación es inmejorable. Gracias!
  • Acabo de descubrir tu canal. ¿Dónde estabas que no te encontré? Y hoy la VIDA me dio el maravilloso regalo de escucharte.
  • Precioso y sentido poema. Qué bien recitado y qué bien adornado y envuelto!!! Os ha quedado de 100!!!!!
  • El señor García Lorca debe sentirse honrado de que usted recite sus versos

Arbolé, arbolé
seco y verdé.

La niña del bello rostro
está cogiendo aceituna.
El viento, galán de torres,
la prende por la cintura.

Pasaron cuatro jinetes
sobre jacas andaluzas
con trajes de azul y verde,
con largas capas oscuras.
«Vente a Córdoba, muchacha».
La niña no los escucha.

Pasaron tres torerillos
delgaditos de cintura,
con trajes color naranja
y espadas de plata antigua.
«Vente a Sevilla, muchacha».
La niña no los escucha.

Cuando la tarde se puso
morada, con luz difusa,
pasó un joven que llevaba
rosas y mirtos de luna.
«Vente a Granada, muchacha».
Y la niña no lo escucha.

La niña del bello rostro
sigue cogiendo aceituna,
con el brazo gris del viento
ceñido por la cintura.

Arbolé arbolé
seco y verdé.

 

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