Miguel Hernández
Este poema está dedicado a Josefina Manresa, su futura esposa.
Miguel le recuerda el beso furtivo que le dio en la mejilla sin su consentimiento. Este suceso la ruborizó e hizo que estuviese en plan centinela para que eso no se repitiese, aunque en su interior deseara los besos de su amado. La moral estrecha de aquella época impide la realización de su deseo.
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Te me mueres de casta y de sencilla:
estoy convicto, amor, estoy confeso
de que, raptor intrépido de un beso,
yo te libé la flor de la mejilla.
Yo te libé la flor de la mejilla,
y desde aquella gloria, aquel suceso,
tu mejilla, de escrúpulo y de peso,
se te cae deshojada y amarilla.
El fantasma del beso delincuente
el pómulo te tiene perseguido,
cada vez más potente, negro y grande.
Y sin dormir estás, celosamente,
vigilando mi boca ¡con qué cuido!
para que no se vicie y se desmande.