Gabriela Mistral
Es un poema conmovedor y apasionado escrito por Gabriela Mistral, reconocida poetisa chilena y ganadora del Premio Nobel de Literatura en 1945. En él explora la intimidad y la intensidad de los besos, capturando su poderoso impacto emocional y su capacidad de comunicar amor y afecto profundo.
A través de su lenguaje lírico y sensual, logra transmitir la intensidad de los besos y la conexión íntima que pueden generar entre dos personas. Cada verso está cargado de una gran carga emotiva y nos invita a sumergirnos en la experiencia de esos momentos efímeros pero significativos.
El poema también aborda la idea de la trascendencia y la perdurabilidad de los besos. Aunque los besos son fugaces en su manifestación física, el impacto que dejan en el alma y en la memoria puede perdurar mucho tiempo después de haberse dado. Mistral nos recuerda que los besos son una forma poderosa de comunicar amor, ternura y deseo, y pueden dejar una huella profunda en nuestros corazones.
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Hay besos que pronuncian por sí solos
la sentencia de amor condenatoria,
hay besos que se dan con la mirada
hay besos que se dan con la memoria.
Hay besos silenciosos, besos nobles
hay besos enigmáticos, sinceros
hay besos que se dan sólo las almas
hay besos por prohibidos, verdaderos.
Hay besos que calcinan y que hieren,
hay besos que arrebatan los sentidos,
hay besos misteriosos que han dejado
mil sueños errantes y perdidos.
Hay besos problemáticos que encierran
una clave que nadie ha descifrado,
hay besos que engendran la tragedia
cuantas rosas en broche han deshojado.
Hay besos perfumados, besos tibios
que palpitan en íntimos anhelos,
hay besos que en los labios dejan huellas
como un campo de sol entre dos hielos.
Hay besos que parecen azucenas
por sublimes, ingenuos y por puros,
hay besos traicioneros y cobardes,
hay besos maldecidos y perjuros.
Judas besa a Jesús y deja impresa
en su rostro de Dios la felonía,
mientras la Magdalena con sus besos
fortifica piadosa su agonía.
Desde entonces en los besos palpita
el amor, la traición y los dolores,
en las bodas humanas se parecen
a la brisa que juega con las flores.
Hay besos que producen desvaríos
de amorosa pasión ardiente y loca,
tú los conoces bien, son besos míos
inventados por mí, para tu boca.
Besos de llama que en rastro impreso
llevan los surcos de un amor vedado,
besos de tempestad, salvajes besos
que solo nuestros labios han probado.
¿Te acuerdas del primero…? Indefinible;
cubrió tu faz de cárdenos sonrojos
y en los espasmos de emoción terrible,
llenáronse de lágrimas tus ojos.
¿Te acuerdas que una tarde en loco exceso
te vi celoso imaginando agravios,
te suspendí en mis brazos… vibró un beso,
y qué viste después…? Sangre en mis labios.
Yo te enseñé a besar: los besos fríos
son de impasible corazón de roca,
yo te enseñé a besar con besos míos
inventados por mí, para tu boca.