Porque son, niña, tus ojos – Rima XII

Gustavo Adolfo Bécquer

El poema es un ejemplo del estilo romántico de Bécquer, que se caracteriza por su uso de la metáfora, la imagen y la emoción. Perteneciente a su colección de rimas, el poema captura de manera exquisita la belleza y el poder de los ojos de la mujer.

El poema se inicia con una afirmación contundente: los ojos de la niña son la razón por la cual el poeta se siente cautivado. A través de una serie de metáforas y descripciones poéticas, Bécquer intenta cambiar la opinión que ésta tiene sobre el color de sus ojos, comparándolos con cosas tan bellas como esmeraldas, olas del mar, atribuyéndoles una luminosidad deslumbrante y una capacidad de irradiar amor y pasión.

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Comentarios destacados a este poema en YouTube:

  • Tarde tranquila q me permite disfrutar a tope de Bécquer, con el plus añadido de tu voz y la excelente selección de imágenes y música q, tan divinamente, te acompañan.
  • Muy bonito el poema y tú recitar, Inma, muchas gracias
  • Siempre es muy placentero escucharte recitar, Inma. Más aún con tan buen acompañamiento de imágenes y música. Gracias por traernos así la poesía!
  • Hoy, la palabra “bonito” adquiere su significado más absoluto con esta puesta en escena, unos  preciosos ojos llenos de vida, la suave música  y el broche de oro de la cadencia de tu voz en el recitado. Me ha encantado!
  • Esta es una rima que nunca me gustó. Hoy he podido apreciarla de otra forma gracias a vuestro trabajo. Los poetas no pueden levantarse para daros las gracias. Yo, todavía sí. Gracias

Porque son, niña, tus ojos
verdes como el mar te quejas:
verdes los tienen las náyades,
verdes los tuvo Minerva
y verdes son las pupilas
de las hurís del profeta.

El verde es gala y ornato
del bosque en la primavera.
Entre sus siete colores
brillante el iris lo ostenta.
Las esmeraldas son verdes,
verde el color del que espera
y las ondas del Océano
y el laurel de los poetas.

Es tu mejilla temprana
rosa de escarcha cubierta,
en que el carmín de los pétalos
se ve al través de las perlas.
Y sin embargo,
sé que te quejas
porque tus ojos
crees que la afean:
pues no lo creas,
que parecen tus pupilas,
húmedas, verdes e inquietas,
tempranas hojas de almendro
que al soplo del aire tiemblan.
Es tu boca de rubíes
purpúrea granada abierta.
que en el estío convida a
apagar la sed en ella.
Y sin embargo,
sé que te quejas
porque tus ojos
crees que la afean:
pues no lo creas,
que parecen, si enojada
tus pupilas centellean,
las olas del mar que rompen
en las cantábricas peñas.

Es tu frente que corona
crespo el oro en ancha trenza,
nevada cumbre en que el día
su postrera luz refleja.
Y sin embargo,
sé que te quejas
porque tus ojos
crees que la afean:
pues no lo creas,
que, entre las rubias pestañas,
junto a las sienes, semejan
broches de esmeralda y oro
que un blanco armiño sujetan.

 

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