Manuel Machado
El poema recrea un pasaje del Cantar de Mio Cid, en el que el héroe castellano y doce fieles vasallos sedientos y extenuados se dirigen al destierro. Llegan a un mesón cerrado por orden real, con la amenaza de que se les niegue alojamiento y provisiones bajo pena de muy graves castigos. Cuando el postigo va a ceder la puerta se abre desde dentro y aparece una niña asustada contando lo que les hará el rey, rogándole al Cid que se vaya y ella pedirá a Dios que les proteja. Conmovido por las razones de la niña El Cid da la orden de continuar la marcha.
Reproducir el vídeo del Poema
Comentarios destacados a este poema en YouTube:
- Desgarrador poema, de absoluta actualidad, por desgracia. Tu emoción en la voz y las austeras imágenes nos hacen vivir por unos minutos, la inmensa pena de la niña, la sed a causa del implacable sol castellano y la determinación de unos hombres, que aún agotados, saben que deben seguir su camino. Llega de verdad!!
- Precioso como todos los que eliges y luego embelleces más con tu recitado y con la Ilustración que hace tu esposo ya es sumum.
- Qué bárbara eres Macu… Tu voz me ha trasladado de lleno a la estepa castellana.
- Precioso como siempre. Tu voz lo hace más emotivo y las imágenes, más real. Buen equipo. Buen trabajo
- Manuel Machado también escribió hermosos poemas, aunque no obtuviera tanto éxito como su hermano Antonio. Éste es prueba de ello. Gracias por haberlo vestido tan bien!
- Precioso, como siempre. Es impagable la aceptación que transmite ese ¡en marcha!
- …
El ciego sol se estrella
en las duras aristas de las armas,
llaga de luz los petos y espaldares
y flamea en las puntas de las lanzas.
El ciego sol, la sed y la fatiga.
Por la terrible estepa castellana,
al destierro, con doce de los suyos,
-polvo, sudor y hierro-, el Cid cabalga.
Cerrado está el mesón a piedra y lodo…
Nadie responde. Al pomo de la espada
y al cuento de las picas el postigo
va a ceder… ¡Quema el sol, el aire abrasa!
A los terribles golpes,
de eco ronco, una voz pura, de plata
y de cristal responde… Hay una niña
muy débil y muy blanca
en el umbral. Es toda
ojos azules, y en los ojos lágrimas.
Oro pálido nimba
su carita curiosa y asustada.
“Buen Cid, pasad… El Rey nos dará muerte,
arruinará la casa
y sembrará de sal el pobre campo
que mi padre trabaja…
Idos. El cielo os colme de venturas…
¡En nuestro mal, oh Cid, no ganáis nada!”
Calla la niña y llora sin gemido…
Un sollozo infantil cruza la escuadra
de feroces guerreros.
Y una voz inflexible, grita: “¡En marcha!”
El ciego sol, la sed y la fatiga.
Por la terrible estepa castellana,
al destierro, con doce de los suyos,
-polvo, sudor y hierro-, el Cid cabalga