Rubén Darío
El poema “La cabeza del Rawí” de Rubén Darío es una pieza emblemática del modernismo literario, movimiento del cual Darío es uno de los máximos exponentes. Este poema combina los temas característicos del modernismo: el exotismo, la sensualidad, el amor trágico y la fascinación por las culturas orientales, creando un relato lírico que resalta tanto por su forma como por su contenido.
El poema, estructurado como un cuento dentro de un poema, narra la historia de un rey de Oriente que, al descubrir el amor prohibido entre su esposa y el rawí (un trovador), comete un acto de venganza brutal al enviarle a la reina la cabeza decapitada de su amante. La tragedia culmina con el suicidio de la reina, quien muere abrazando la cabeza de Balzarad, el rawí. Este desenlace refleja la fatalidad del amor imposible y el peso de las pasiones humanas, dos constantes en la obra de Darío.
El lenguaje empleado es rico en imágenes sensoriales y referencias exóticas que transportan al lector a un Oriente idealizado, lleno de lujos y belleza. La descripción minuciosa de los personajes, las joyas, y los escenarios contribuyen a construir una atmósfera hipnótica que caracteriza la estética modernista. Además, el uso de la musicalidad en los versos y de una métrica variada refuerza el carácter narrativo y poético de la obra.
“La cabeza del Rawí” destaca dentro de la obra de Darío por su capacidad de fusionar la narrativa trágica con la poesía lírica, mostrando el talento del autor para explorar las emociones humanas más intensas. En este poema, Darío no solo celebra el amor y la belleza, sino que también reflexiona sobre la fatalidad y el poder destructivo de las pasiones, temas universales que resuenan más allá del contexto cultural que evoca.
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Comentarios destacados a este poema en YouTube:
- Trágico poema y precioso el lenguaje que utiliza Rubén Darío. Tu voz se rasga por momentos y se vuelve dulce en otros. Brava! La música no ha podido ser mejor elegida y a los personajes, nos los imaginamos así. Toda una magia!
- Precioso cuento q relatado por ti es un lujo y q decir de las imágenes y música q te acompañan. Gracias por hacernos este día más agradable.
- .. Como un cuento de las mil y una noches… Bravooo
- Tan excelente el poema como la declamación, felicidades por el talento y de Darío ni que decir, increíble ¡poeta!
- Excelente y cautivadora voz de quien lo relata.
- Cautivador, como un cuento antiguo. ¡Precioso!
- …
¿Cuentos quieres, niña bella?
Tengo muchos que contar:
de una sirena de mar,
de un ruiseñor y una estrella,
de una cándida doncella
que robó un encantador,
de un gallardo trovador
y de una odalisca mora,
con sus perlas de Basora
y sus chales de Lahor.
Cuentos dulces, cuentos bravos,
de damas y caballeros,
de cantores y guerreros,
de señores y de esclavos;
de bosques escandinavos
y alcázares de cristal;
cuentos de dicha inmortal,
divinos cuentos de amores
que reviste de colores
la fantasía oriental.
Dime tú: ¿de cuáles quieres?
Dicen gentes muy formales
que los cuentos orientales
les gustan a las mujeres;
así, pues, si eso prefieres
verás colmado tu afán,
pues sé un cuento musulmán
que sobre un amante versa,
y me lo ha contado un persa
que ha venido de Ispahán.
Enfermo del corazón
un gran monarca de Oriente,
congregó inmediatamente
los sabios de su nación;
cada cual dio su opinión,
y sin hallar la verdad
en medio de su ansiedad,
acordaron en consejo
llamar con presura a un viejo
astrólogo de Bagdad.
Emprendió viaje el anciano;
llegó, miró las estrellas;
supo conocer en ellas
las cuitas del soberano;
y adivinando el arcano
como viejo sabidor,
entre el inmenso estupor
de la cortesana grey,
le dijo al monarca: –!Oh Rey!
Te estás muriendo de amor.
Luego, el altivo monarca,
con órdenes imperiosas
llama a todas las hermosas
mujeres de la comarca
que su poderío abarca;
y ante el viejo de Bagdad,
escoge su voluntad
de tanta hermosura en medio,
la que deba ser remedio
que cure su enfermedad.
Allí ojos negros y vivos;
bocas de morir al verlas,
con unos hilos de perlas
en rojo coral cautivos;
allí rostros expresivos;
allí como una áurea lluvia,
una cabellera rubia;
allí el ardor y la gracia,
y las siervas de Circasia
con las esclavas de Nubia.
Unas bellas, adornadas
con diademas en las frentes,
con riquísimos pendientes
y valiosas arracadas;
otras con telas preciadas
cubriendo su morbidez;
y otras, de marmórea tez,
bajas las frentes y mudas,
completamente desnudas
en toda su esplendidez.
En tan preciada revista,
ve el Rey una linda persa
de ojos bellos y piel tersa,
que al verle baja la vista;
el alma del Rey conquista
con su semblante la hermosa,
y agitada y ruborosa
tiembla llena de temor
cuando el altivo Señor
le dice: -Serás mi esposa-.
Así fue. La joven bella
de tez blanca y negros ojos,
colmó los reales antojos
y el Rey se casó con ella.
¿Feliz dirás, tal estrella,
Emelina? No fue así:
no es feliz la Reina allí
la linda persa agraciada,
porque ella está enamorada
de Balzarad el rawí.
Balzarad tiene en verdad
una guzla en la garganta,
guzla dúlcida que encanta
cuando canta Balzarad.
Vióle un día la beldad
y oyó cantar al rawí;
de sus labios de rubí
brotó un suspiro temblante…
Y Balzarad fue el amante
de la celestial hurí.
Por eso es que triste se halla
siendo del monarca esposa,
y el tiempo pasa quejosa
en una interior batalla.
Del Rey la cólera estalla,
y así la dice una vez:
–Mujer llena de doblez:
di si amas a otro, falaz.–
Y entonces de ella en la faz
surgió vaga palidez.
–Sí –le dijo–, es la verdad;
de mi destino es la ley:
yo no puedo amarte, ¡Oh Rey!
porque adoro a Balzarad.–
El Rey, en la intensidad,
de su ira, entonces, calló;
mudo, la espalda volvió;
mas se veía en su mirada
del odio la llamarada,
la venganza en que pensó.
Al otro día la hermosa
de parte de él recibió
una caja que la envió
de filigrana preciosa;
abriola presto curiosa
y lanzó, fuera de sí,
un grito; que estaba allí
entre la caja, guardada,
lívida y ensangrentada
la cabeza del rawí.
En medio de su locura
y en lo horrible de su suerte,
avariciosa de muerte
ponzoñoso filtro apura.
Fue el Rey donde la hermosura,
y estaba allí la beldad
fría y siniestra, en verdad;
medio desnuda y ya muerta,
besando la horrible y yerta
cabeza de Balzarad.
El Rey se puso a pensar
en lo que la pasión es,
y poco tiempo después
el Rey se volvió a enfermar.