Antonio Machado
Antonio Machado, en su poema “El Crimen fue en Granada”, rinde homenaje al poeta Federico García Lorca, quien fue asesinado en agosto de 1936, al comienzo de la Guerra Civil Española. Este poema es una elegía que refleja la profunda conmoción y el dolor de Machado por la trágica pérdida de Lorca, una de las voces más influyentes y queridas de la Generación del 27.
El poema está dividido en tres partes y representa uno de los testimonios poéticos más conmovedores sobre este trágico acontecimiento.
Comienza narrando los últimos momentos de Lorca, quien, “caminando entre fusiles”, es llevado al campo donde será ejecutado en las afueras de Granada, “en su Granada”.
La segunda parte presenta a Lorca dialogando con la muerte. Machado contrasta la violencia del asesinato con la delicadeza de la poesía de Lorca, referenciando elementos típicos de su obra. El lenguaje del poema, aunque directo en su denuncia, mantiene una profunda calidad lírica que hace eco de la propia poética de Lorca, creando así un homenaje que es tanto político como artístico.
La tercera parte es un lamento colectivo que preserva la memoria del poeta como inmortal y trascendente. En el verso “el crimen fue en Granada, ¡en su Granada!” no solo personaliza el dolor, sino que enfatiza la traición de que Lorca fuera asesinado en su propia tierra. La ciudad que tanto amó y cantó se convirtió en el escenario de su muerte.
El poema “El Crimen fue en Granada” de Antonio Machado fue publicado por primera vez en octubre de 1936, pocos meses después del asesinato de Federico García Lorca, que ocurrió el 18 de agosto de ese mismo año. Machado incluyó este poema como parte de un conjunto de escritos en homenaje a Lorca, reflejando su conmoción y dolor ante el trágico suceso. El poema apareció en medios republicanos durante la Guerra Civil Española, reforzando su dimensión de denuncia política y cultural contra la violencia que marcó ese periodo.
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A Federico García Lorca
Se le vio, caminando entre fusiles,
por una calle larga,
salir al campo frío,
aún con estrellas de la madrugada.
Mataron a Federico
cuando la luz asomaba.
El pelotón de verdugos
no osó mirarle a la cara.
Todos cerraron los ojos;
rezaron: ¡ni Dios te salva!
Muerto cayó Federico
—sangre en la frente y plomo en las entrañas—
… Que fue en Granada el crimen
sabed —¡pobre Granada!—, en su Granada.
Se le vio caminar solo con Ella,
sin miedo a su guadaña.
—Ya el sol en torre y torre, los martillos
en yunque— yunque y yunque de las fraguas.
Hablaba Federico,
requebrando a la muerte. Ella escuchaba.
«Porque ayer en mi verso, compañera,
sonaba el golpe de tus secas palmas,
y diste el hielo a mi cantar, y el filo
a mi tragedia de tu hoz de plata,
te cantaré la carne que no tienes,
los ojos que te faltan,
tus cabellos que el viento sacudía,
los rojos labios donde te besaban…
Hoy como ayer, gitana, muerte mía,
qué bien contigo a solas,
por estos aires de Granada, ¡mi Granada!»
Se le vio caminar…
Labrad, amigos,
de piedra y sueño en el Alhambra,
un túmulo al poeta,
sobre una fuente donde llore el agua,
y eternamente diga:
el crimen fue en Granada, ¡en su Granada!