Juan Ramón Jiménez
J.R.J. en este soneto nos traslada con palabras sencillas, hacia un campo de Castilla en un tiempo determinado del otoño, concretamente en el mes de Octubre, cuando se está realizando la labor de la siembra. Al contemplarlo se despierta en el poeta un deseo de identificarse con ese campo abierto por el arado, y piensa en la posibilidad de partir su corazón y sembrarlo en los surcos, como si se tratase de una semilla, para que muestre al mundo el árbol puro del amor eterno.
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Estaba echado yo en la tierra, enfrente
el infinito campo de Castilla,
que el otoño envolvía en la amarilla
dulzura de su claro sol poniente.
Lento, el arado, paralelamente
abría el haza oscura, y la sencilla
mano abierta dejaba la semilla
en su entraña partida honradamente.
Pensé en arrancarme el corazón, y echarlo,
pleno de su sentir alto y profundo,
al ancho surco del terruño tierno,
a ver si con romperlo y con sembrarlo,
la primavera le mostraba al mundo
el árbol puro del amor eterno.