Rudyard Kipling
La conversación de Kipling va dirigida al ser humano, nos habla a todos cuando animaba a ese “hijo suyo” a ser capaz de resistirlo todo sin rendirse nunca, a soñar y a pensar siendo dueño de sus sueños y de sus pensamientos, a dedicar cada minuto de su tiempo a aquello sobre lo que podía trabajar evadiéndose de cualquier distracción y emoción.
Este poema es muy inglés, tanto que aún sigue siendo un referente para los ingleses y no solo aparece siempre entre sus poemas favoritos sino que forma parte de su vida. Los versos de este poema en los que Kipling habla del triunfo y el fracaso como impostores están grabados en la puerta de acceso a la pista central de Wimbledom.
Kipling vivió como escribía y escribía como vivía, lo que le da una gran credibilidad. Nos ayuda a entender y a creer que nuestro destino dependerá, en gran medida, de nosotros mismos; tanto como seamos capaces de trabajar por él, aceptando las vicisitudes de la vida e impidiendo que ellas nos destruyan.
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Si puedes mantener la cabeza en su sitio
cuando otros la pierden y te culpan a ti.
Si confías en ti mismo cuando todos dudan de ti
pero también tienes en cuenta sus dudas.
Si puedes esperar y no cansarte en la espera;
o si, siendo engañado, no respondes con engaños,
o siendo odiado, no incurres en el odio.
Y aun así no te las das de bueno ni de sabio.
Si sueñas, y los sueños no te hacen su esclavo.
Si puedes pensar y no hacer de tus pensamientos tu único objetivo.
Si puedes encontrarte con el Triunfo y el Fracaso,
y tratas a estos dos impostores de la misma manera.
Si eres capaz de oír la verdad que has dicho,
tergiversada por bribones para engañar a los necios.
O ver en ruinas todo por lo que diste tu vida,
y agacharte para rehacerlo con herramientas gastadas.
Si puedes reunir todas tus ganancias
y arriesgarlas a una sola jugada;
y perder, y empezar de nuevo desde el principio
y nunca decir ni una palabra sobre su pérdida.
Si puedes forzar a que tu corazón, músculos y nervios
cumplan los objetivos aun después de haber desfallecido
y seguir adelante cuando ya no te queden fuerzas
con la única ayuda de la Voluntad diciéndoles: “¡Resistid!”
Si puedes hablar con todos y mantener tu virtud.
O caminar junto a reyes y no cambiar tu manera de ser.
Si no logran herirte, ni amigos ni enemigos,
y en su justa medida pueden contar contigo.
Si puedes llenar cada inexorable minuto
con sesenta segundos de una valiosa tarea.
Tuya es la Tierra y todo lo que hay en ella,
y, lo que es más: ¡serás un Hombre, hijo mío!