Dormir

Amado Nervo

Este poema trata sobre la realidad, sobre el mundo en el que vivimos y del que sólo podemos evadirnos cuando soñamos durmiendo.
Amado Nervo nos hace ver que el único mundo que nosotros poseemos es el de nuestros sueños; la realidad no nos pertenece, nosotros pertenecemos a la realidad.
Elogia la privacidad de los sueños, es maravilloso que nadie (ni siquiera tu ser amado) pueda adentrarse en ellos por voluntad propia.
Al final del poema exalta con una serie de alabanzas al acto de dormir: “El castigo mayor es la vigilia: el insomnio es destierro del mejor paraíso” o “Ni la mujer amada vale lo que un dormir manso y sereno”
Amado finaliza el poema diciendo “No quiero gloria ni heredad ninguna: yo lo que tengo, amigo, es un profundo deseo de dormir…”
Creo que lo que dice Amado Nervo es que quiere dormir profundamente y no despertarse jamás. Pero esto último es una impresión mía.

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¡Yo lo que tengo, amigo, es un profundo
deseo de dormir!… ¿Sabes?: el sueño
es un estado de divinidad.
El que duerme es un dios… Yo lo que tengo,
amigo, es gran deseo de dormir.

El sueño es en la vida el solo mundo
nuestro, pues la vigilia nos sumerge
en la ilusión común, en el océano
de la llamada «Realidad». Despiertos
vemos todos lo mismo:
vemos la tierra, el agua, el aire, el fuego,
las criaturas efímeras… Dormidos
cada uno está en su mundo,
en su exclusivo mundo:
hermético, cerrado a ajenos ojos,
a ajenas almas; cada mente hila
su propio ensueño (o su verdad: ¡quién sabe!)

Ni el ser más adorado
puede entrar con nosotros por la puerta
de nuestro sueño. Ni la esposa misma
que comparte tu lecho
y te oye dialogar con los fantasmas
que surcan por tu espíritu
mientras duermes, podría,
aun cuando lo ansiara,
traspasar los umbrales de ese mundo,
de tu mundo mirífico de sombras.

¡Oh, bienaventurados los que duermen!
Para ellos se extingue cada noche,
con todo su dolor el universo
que diariamente crea nuestro espíritu.
Al apagar su luz se apaga el cosmos.

El castigo mayor es la vigilia:
el insomnio es destierro
del mejor paraíso…

Nadie, ni el más feliz, restar querría
horas al sueño para ser dichoso.
Ni la mujer amada
vale lo que un dormir manso y sereno
en los brazos de Aquel que nos sugiere
santas inspiraciones. ..
«El día es de los hombres; mas la noche,
de los dioses», decían los antiguos.

No turbes, pues, mi paz con tus discursos,
amigo: mucho sabes;
pero mi sueño sabe más… ¡Aléjate!
No quiero gloria ni heredad ninguna:
yo lo que tengo, amigo, es un profundo
deseo de dormir…

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