Federico García Lorca
El poema “Casida de la muchacha dorada” de Federico García Lorca presenta a una joven doncella bañándose sensualmente en el agua al atardecer, interactuando con los elementos naturales a su alrededor.
Lorca utiliza imágenes visuales muy potentes para describir cómo el agua se torna dorada con la presencia de la muchacha, como si su belleza impregnara la naturaleza. Las algas y ramas la observan cautivadas, mientras el ruiseñor canta extasiado por su hermosura.
Con la llegada de la noche, el ambiente se vuelve más sombrío y turbio, presagiando un desenlace trágico. La mañana llega marchita, como un mal augurio. Finalmente la doncella parece consumirse en llamas en el agua, mientras el ruiseñor llora con sus alas quemadas.
De principio a fin, el poema transmite una sensación de fugacidad y trágica belleza a través de las evocadoras imágenes. La evolución del día actúa como metáfora del brillo efímero de la juventud y la vida. Lorca logra condensar en pocos versos el paso del tiempo y cómo la naturaleza interactúa con la doncella.
En conclusión, es un poema visual y simbólico que transmite mucho significado sobre la belleza fugaz y la mortalidad, a través de la interacción entre una doncella, el agua y la naturaleza. La maestría poética de Lorca está en su capacidad para crear imágenes inolvidables.
La muchacha dorada
se bañaba en el agua
y el agua se doraba.
Las algas y las ramas
en sombra la asombraban
y el ruiseñor cantaba
por la muchacha blanca.
Vino la noche clara,
turbia de plata mata,
con peladas montañas,
bajo la brisa parda.
La muchacha mojada
era blanca en el agua
y el agua, llamarada.
Vino el alba sin mancha,
con mil caras de vaca,
yerta y amortajada
con heladas guirnaldas.
La muchacha de lágrimas
se bañaba entre llamas
y el ruiseñor lloraba
con las alas quemadas.
La muchacha dorada
era una blanca garza
y el agua la doraba