Lo fatal

Rubén Darío

Este poema, publicado en su colección “Cantos de vida y esperanza” (1905), representa una etapa de madurez en la poesía de Darío. Refleja una evolución desde sus primeros trabajos dentro del modernismo, un movimiento caracterizado por la renovación estética, el simbolismo y la búsqueda de la belleza. Sin embargo, en “Lo fatal”, Darío aborda una meditación más introspectiva y universal sobre la condición humana.
Es un poema profundamente existencialista que refleja las angustias humanas más universales: el sufrimiento de estar vivo y la incertidumbre frente a la muerte. Darío contrasta la aparente tranquilidad de los objetos inanimados, como el árbol y la piedra, con el dolor inherente a la conciencia humana. Mientras que el árbol “apenas es sensitivo” y la piedra “ya no siente”, los seres humanos experimentan el dolor de la existencia.
El poema explora la impotencia ante lo desconocido: “Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto” resume la angustia de existir sin certezas, mientras que “el espanto seguro de estar mañana muerto” resalta el miedo a la muerte ineludible. Además, Darío expresa el sufrimiento por aquello que desconocemos o sospechamos vagamente, y la inevitable dualidad entre los placeres del cuerpo (“la carne que tienta”) y la muerte que aguarda (“la tumba con sus fúnebres ramos”).
Finalmente, el poema concluye con una expresión de la más profunda incertidumbre existencial: “no saber adónde vamos, ¡ni de dónde venimos!”. Con ello, Darío presenta la vida como una encrucijada llena de dolor, incertidumbre y miedo, enmarcando el sufrimiento humano como una condición inevitable de la conciencia.
En su vida personal, Darío pasó por crisis emocionales y espirituales, especialmente en su madurez. “Lo fatal” parece ser un eco de esas luchas internas. Es un poema que revela el estado anímico de Darío en sus años posteriores, donde la búsqueda de respuestas existenciales se vuelve central en su poesía.

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Dichoso el árbol que es apenas sensitivo,
y más la piedra dura, porque ésa ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,
ni mayor pesadumbre que la vida consciente.

Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,
y el temor de haber sido y un futuro terror…
Y el espanto seguro de estar mañana muerto,
y sufrir por la vida y por la sombra
y por lo que no conocemos y apenas sospechamos,
y la carne que tienta con sus frescos racimos,
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,
y no saber adónde vamos,
¡ni de dónde venimos!…

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