Miguel Hernández
Este poema fue escrito entre 1935 y 1936. Está incluido en la colección conocida como “Otros poemas”, que agrupa textos compuestos en ese periodo, aunque no se publicaron durante la vida del autor.
En este momento, su poesía estaba evolucionando desde temas más bucólicos y amorosos hacia una mayor preocupación social y existencial.
En este texto, Hernández expresa una profunda desesperación interior, marcada por el sufrimiento sentimental y una angustia vital que roza el deseo de suicidio. A través de un monólogo cargado de imágenes impactantes, como arrancarse el corazón o lanzarse desde un campanario, el poeta plantea la autodestrucción como una salida latente ante el dolor insoportable.
La causa directa no se menciona, pero la frase “Un amor me ha dejado con los brazos caídos” sugiere una desilusión amorosa o una profunda tristeza relacionada con sus vivencias personales.
El poema se articula como un monólogo interior de alguien que aún, pese a todo, se “perdona la vida cada día”. Esta vacilación final, cargada de ambigüedad, no anula el impulso suicida, sino que lo vuelve más humano, más trágico.
“Me sobra el corazón” no es sólo el testimonio de un dolor amoroso o existencial; es un grito lúcido y terrible, propio de quien ha amado y padecido hasta el límite. Es el clamor de quien, ante el exceso de sentir, sólo vislumbra como salida el silencio definitivo.
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Me sobra el corazón
Hoy estoy sin saber yo no sé cómo,
hoy estoy para penas solamente,
hoy no tengo amistad,
hoy sólo tengo ansias
de arrancarme de cuajo el corazón
y ponerlo debajo de un zapato.
Hoy reverdece aquella espina seca,
hoy es día de llantos de mi reino,
hoy descarga en mi pecho el desaliento
plomo desalentado.
No puedo con mi estrella.
Y me busco la muerte por las manos
mirando con cariño las navajas,
y recuerdo aquel hacha compañera,
y pienso en los más altos campanarios
para un salto mortal serenamente.
Si no fuera ¿por qué?… no sé por qué,
mi corazón escribiría una postrera carta,
una carta que llevo allí metida,
haría un tintero de mi corazón,
una fuente de sílabas, de adioses y regalos,
y ahí te quedas, al mundo le diría.
Yo nací en mala luna.
Tengo la pena de una sola pena
que vale más que toda la alegría.
Un amor me ha dejado con los brazos caídos
y no puedo tenderlos hacia más.
¿No veis mi boca qué desengañada,
qué inconformes mis ojos?
Cuanto más me contemplo más me aflijo:
cortar este dolor ¿con qué tijeras?
Ayer, mañana, hoy
padeciendo por todo
mi corazón, pecera melancólica,
penal de ruiseñores moribundos.
Me sobra corazón.
Hoy, descorazonarme,
yo el más corazonado de los hombres,
y por el más, también el más amargo.
No sé por qué, no sé por qué ni cómo
me perdono la vida cada día.