Romance de la luna, luna

Federico García Lorca

Manuel Dicenta, en la RESAD, nos comentó que este poema no tenía una buena acogida cuando lo declamaba un gran recitador. Un día lo interpretó acompañándolo de unos golpes de percusión, como si de un martinete se tratara. La ovación que le tributó el público fue apoteósica. Rememorando este hecho hemos puesto como fondo musical del poema el ritmo de los martillos de los forjadores en la fragua.
Un niño le pide a la Luna (la Muerte) que huya sin él; pero la Muerte se lo lleva. Los gitanos emiten gritos desgarradores al encontrar en la fragua el cadáver del niño.

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La luna vino a la fragua
con su polisón de nardos.
El niño la mira, mira.
El niño la está mirando.
En el aire conmovido
mueve la luna sus brazos
y enseña, lúbrica y pura,
sus senos de duro estaño.
Huye luna, luna, luna.
Si vinieran los gitanos,
harían con tu corazón
collares y anillos blancos.
Niño, déjame que baile.
Cuando vengan los gitanos,
te encontrarán sobre el yunque
con los ojillos cerrados.
Huye luna, luna, luna,
que ya siento sus caballos.
Niño, déjame, no pises
mi blancor almidonado.
El jinete se acercaba
tocando el tambor del llano.
Dentro de la fragua el niño,
tiene los ojos cerrados.
Por el olivar venían,
bronce y sueño, los gitanos.
Las cabezas levantadas
y los ojos entornados.
Cómo canta la zumaya,
¡ay, cómo canta en el árbol!
Por el cielo va la luna
con un niño de la mano.
Dentro de la fragua lloran,
dando gritos, los gitanos.
El aire la vela, vela.
El aire la está velando.

 

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